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31 de mayo de 2007

● Siempre hay alguien; Nadie está solo

Después de un naufragio, el único superviviente agradeció a Dios por estar vivo y haber conseguido agarrarse a un trozo de los destrozos para poder flotar. Este único superviviente fue a parar a una pequeña isla deshabitada y fuera de cualquier ruta de navegación, y volvió a agradecer nuevamente. Con mucha dificultad y con restos de los destrozos, consiguió montar un pequeño abrigo para poderse proteger del sol, de la lluvia, de los animales y para guardar sus pocas pertenencias, y como siempre, lo agradeció. En los siguientes días a cada alimento que conseguía cazar o coger, él agradecía. Sin embargo, un día, cuando regresaba de buscar alimentos, se encontró su choza en llamas, envuelta en altas nubes de humo. Terriblemente desesperado se rebeló, gritaba llorando: “Me ocurrió lo peor” ¡Lo perdí todo! Dios, ¿por qué hiciste esto conmigo? Lloró tanto, que se durmió, profundamente cansado. Al día siguiente, bien temprano, fue despertado por el sonido de un navío que se acercaba. - “Venimos a rescatarlo, dijeron.” - “¿Cómo supieron que yo estaba aquí?", preguntó.
- ¡"Nosotros vimos su señal de humo"!

2 comentarios:

  1. Ya había leido antes esta linda historia, yo creo en que podemos formamnos nuestro propio destino pero no dudo que hay cierats ocasiones en que nos dan un empujon y hay una mano amiga que sabe cuando puede ayudarnos..
    abrazos

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  2. Estoy contigo, somos los culpables y los merecedores de aquello que nos sucede. Pero qué bien sienta una mano en la espalda cuando uno necesita ese apoyo.

    Abrazos.

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