Un hombre sabio vivía en una cabaña al pie de una montaña.
Cierta noche, un ladrón entró en la choza, sólo para descubrir que allí no había nada que robar.
El sabio volvió entonces y lo sorprendió. —Tal vez hayas hecho un largo camino para visitarme —le dijo al ladrón— y no debes irte con las manos vacías. Por favor, acepta mi ropa como regalo.
El ladrón quedó desconcertado, tomó la ropa y se fue sin decir nada.
El sabio, desnudo, se sentó a mirar la luna. —Pobre hombre —pensó—. Ojalá pudiera darle esta hermosa luna.
Hay tantas cosas que pudieramos tomar de este mundo, pero aquellas cosas que tienen más valor en el ojo del corazón y el alma son libres, y aún asi muy pocos las descubren y saben disfrutar
ResponderEliminarBonita tu reflexión, titiritera...
ResponderEliminarUn abrazo.